Entrevista al poeta peruano Maurizio Medo
Por: Auto de Fe
“-¿Qué del cantor? / Una turba oyóme. – ¡Ahí, ahí! – gritaron índices. Y aquello capto en mirar anómalo fue senda sembrada con mármoles de abovedados museos. / Verdes larvas copulaban sobre mudos epitafios. Túmulos de muertas bocas, osarios y fósforo al viento. / Cuando en esa selva acercóseme Caronte, díjele – No, maistro no me chingue, quiero canto vivo y no de réquiems. / – Esta no es la selva oscura – respondió – no te flipes. Arrastras el pie por el cementerio Lavanguardia. Abre los ojos tras los candados de las puertas, abajo, a la derecha, tres cuadras… Todo opaca aquí de clausurado. Mas si zafas de estas áreas, hallarás desolación. No te salgas. Afuera desciende la niebla en extrañeza. Y bajo ella el desborde. La crisis etaira las piernas, puro ramerío. Es a ella quien cantan. Así anda el bisnes, güey”. Así inicia Maurizio Medo el capítulo titulado “La Trovata”, de su recientemente publicada obra Sparagmos (2008), considerada por la crítica como uno de los más logrados textos poéticos del pasado año. En ella expone su particular y heterodoxa visión sobre la poesía y otros azares, haciendo uso del peculiar lenguaje que Chueca ha definido como la lengua médica. Es así que, visitando al poeta en su residencia de Arequipa donde habita desde el 2003, AUTODEFÉ conversó con él – como ya es costumbre – sobre algunos temas literarios.
¿Qué libros consideras que te formaron en tus primeros años como lector…, incluso más allá de tus preferencias?
Mucho antes del boom de la obra de Tolkien -1988- fui un lector obsesivo del “Señor de los Anillos”. Lo descubrí a través de una edición de Mondadori, en italiano y, al menos ese momento, me cautivó. Dado que esto ocurrió por la construcción lingüística de un universo posible, y sujeto a las posibilidades del lenguaje, mencionaría también “A Clockwork Orange” de Burgess con todo el «horrorshow» de su nadsat. No podría obviar tampoco algunos autores como Jonathan Swift, Lewis Carroll y James Matthew Barrie, quienes me han acompañado siempre. Cormac McCarthy, Thomas Pynchon, John Kennedy Toole y John Irving aparecieron más tarde en la estantería ganándose un sitial de honor –caso parecido al de Gilles Deleuze, Juan Luis Martínez, Gerardo Deniz quienes le robaron algo de terreno a Dante, Ariosto y Lezama (definitivamente soy un lector caótico). No puedo hablar específicamente de poesía (como ves se me vienen infiltrando algunos polizontes (felizmente) bajados del Olimpo. Si debiera ahí están Berryman, Ashberry, Bernstein, al mismo tiempo que Sarduy, De Campos y los Lamborghini u otros, desde Marosa Di Giorgio hasta Benjamín Morales y Juan José Rodríguez, pasando por Raúl Zurita, Diego Maquieira, Viel Temperley o Eduardo Milán –el caos va creciendo, a punto tal que para mí no hay en la lectura un antes o un después. Tengo la vívida impresión de que un libro pareciera transformarse en el salvoconducto para ingresar a otro (y luego otro, así sucesivamente). Soy tan caótico que los libros se me entremezclan con películas (sean éstas de Wenders, Kusturica o Burton), canciones (de Waits a Virus, de Stockhausen a Bauhaus), cómics (me fascina Crump tanto como Juan Acevedo) y hasta video clips (sean éstos de Romanek o Fincher).
¿Has leído recientemente a algún autor peruano?
Cuando leo, no pienso en nacionalidades, simplemente leo. Hace mucho que con lo peruano lo que obro son re descubrimientos llámense Belli, Montalbetti, Santiváñez o Yrigoyen. No encuentro nuevas propuestas.
¿Crees que puede hablarse hoy de una nueva generación de poetas peruanos, y, de ser así, qué crees que permite identificarla como tal?
No creo en generaciones. Si tuviera habría que basarse en algo absolutamente extraliterario como la digitalización de las comunicaciones. Paralelamente creo que asistimos a la muerte de un tipo de discurso: el conversacional.
Es sabido que determinados momentos históricos y grandes acontecimientos han marcado, en ocasiones, de forma muy clara, la producción artística de diversas naciones; ¿Crees que es posible identificar alguna circunstancia o evento que motiva, inspira o alienta principalmente a los nuevos poetas peruanos?
Cuando aprendí a escribir, el hombre llegaba a la luna; poco tiempo después nos enterábamos que el gobernante no usaba terno, estaba uniformado; que la palabra democracia era conocida prácticamente por los comics de Quino, a través de Mafalda… Unos años más tarde, aprendimos que los buenos eran aquellos que no tenían uniforme y los malos aquellos que lo usaban. Cuando ya estaba por salir del colegio, la palabra democracia vuelve a escribirse con mayúscula, y los buenos – ósea los que usaban terno – asumen el poder. Pocos años después, aquello que comprendíamos como mundo, lo que veíamos en la tele en las viejas series de televisión, es desmoronado; con el muro de Berlín cae toda una concepción de mundo, se da un replanteo de cosas. Entonces, creo que mi generación ha estado en constante tránsito. Además, años antes de que cayera el muro, veíamos que no todos los que teníamos o no usábamos uniforme éramos buenos, estaban los otros, que aparecen desde las sombras y asistimos a toda la explosión del movimiento terrorista. Yo creo que mi generación, la que llamaría la de la segunda mitad de siglo XX, ha escrito entre cadáveres. Eso en primer lugar. En segundo lugar, ha escrito en un constante tránsito del orden…, nunca hubo un orden, éste siempre estaba oscilando, siempre estaba transformándose. Pero básicamente creo que queda esta idea de escribir entre cadáveres, de escribir contra la muerte, de escribir también desde la crisis… Los de mi generación, aunque mi escritura busque aún alguien contemporáneo, somos hijos de la crisis, y si escribimos lo hacemos contra muerte.
Consideras en todo caso, que las futuras generaciones van a tener más problemas por cuanto las condiciones que moldearon la literatura de los tuyos, si bien fueron rápidas, son, aparentemente, en comparación, menos veloces que las nuevas…; ¿tendrán los nuevos más problemas, con cambios más rápidos, tal vez más violentos?
No, no, porque en realidad la violencia es la que te generan esos cadáveres… Una cosa es la violencia comunicacional, esa violencia desbocada que ves a través de los medios, que es generalizada. Otra cosa es, cuando no había esa vorágine comunicadora, saber que habían encontrado un brazo en una caja de leche Gloria, como en el poema de Chueca. Yo creo que los años de crisis fueron muy intensos, no sé si los años que vengan van a tener más o menos problemas… Si están escribiendo ya se tiene un problema… que es el de la deshumanización del entorno.
Con base en lo que has dicho, como Maurizio Medo y hombre de tu generación, ¿en qué crees que se refleja esa realidad que has descrito en tu poesía?
En la estructura del lenguaje. En hacer hablar al lenguaje. Por razones biográficas que ya en otras entrevistas he referido, yo busco una ruptura con la idea de un lenguaje convencional, de una linealidad; con la idea de un orden. Eso es una alegoría de la atomización, la atomización de una identidad que me hace pertenecer a un cuerpo social… Entonces yo creo que la única cosa que puede reflejar este caos es la atomización del lenguaje. Desde el momento en que yo desestructuro, rompo lo oficial con la inserción de neologismos, como dice Luis Fernando Chueca con la lengua médica, de Medo, estoy siendo un reflejo de ese caos; no voy a tener ni poder pretender más que eso. Yo no puedo plantearme el deber cívico de responder a ese desorden que ya se ha infiltrado, que ya está en uno… Uno como hijo de la crisis no se plantea nada, ya ha asimilado ese caos y lo expresa…
Más allá de la pregunta de por qué escribir, para qué escribir, ¿cuál es tu visión del lector…, adónde se deposita todo lo que tú haces…?
No me interesa el lector… Si tú revisas lo último que he escrito, en los últimos tres o cuatro años, que está en Spáragmos, más precisamente en Manicomio, nada más tengo una alusión al lector, y es para decirle aquello que le dijo Baudelaire: Hipócrita…; más allá de eso no me interesa. Si escribo, lo hago para construirme un orden; pues yo tengo un desorden personal, no sé adónde pertenezco, si es Italia, a Croacia, al Perú…
A Arequipa…
No, ahí sí sé que no pertenezco… (Risas)…, he crecido sin saber a qué lenguaje, a que lengua pertenecía… En mi casa se hablaba en tres lenguas; entonces, la manera en que he podido construirme un orden ha sido a través de la propia escritura; por ello, para mí, la escritura también parte de mi identidad, dado que a veces las lenguas confluyen conforme se desestructuran…; y escribir también es mi psicoanálisis… Yo escribo para no morirme…
Entonces, podríamos decir que estamos ante algo que podríamos llamar escritura de salvación… o algo así, como en el caso de Santiváñez; en ese afán de generarse a uno mismo por medio del lenguaje… ¿hasta qué punto crees que los escritores y poetas más consagrados a su oficio, están en este mundo por la escritura de salvación?
No lo sé; yo te puedo hablar de casos cercanos… Mencionabas a Róger, me parece que él de alguna manera se aferra a la escritura y hace un apostolado de la escritura. Otro caso muy cercano es el de Raúl Zurita…, se trata de personas que se ha aferrado a la escritura y que han hecho de su vida una obra. Ahora, yo no me considero tan involucrado como ellos, mi vida, la vida de ese sujeto que es Maurizio Medo va por un lado: La escritura termina siendo la negación de Maurizio Medo en muchos momentos…, No es decir Yo soy otro. Más bien Yo también soy otro.
¿Consideras que la crítica profesional ha tenido algún papel en el desarrollo de tu obra, y, de ser así, cuál ha sido éste?
Absolutamente… Mira, en el año 88, no diré el nombre, pero hubo un crítico que elogió mi primer libro diciendo que éste – La travesía en la calle del silencio – tenía la hondura de la metafísica proustiana…; entonces, ya, sí a los veintiún años que yo tenía, veía que se referían a la metafísica proustiana en mi obra, vi también que con la crítica no tenía mucho de que conversar.
¿Qué opinión te merece el papel actual de la crítica literaria en tu medio?
La pluralidad de discursos terminó matando el canon, entonces eso que en un principio era el centro, ahora es margen. Se escribe en las laderas…, no hay un poder articulador, no hay un oyente, no hay un padre confesor, no hay un pedagogo, no hay un confidente, estás hablando al vacío.., y sabes que le estás hablando al vacío, más que nunca.., y que por ahí vas a tener algún receptor y va a comenzar, ni siquiera a recepcionar el mensaje, sino a seguir mandándolo a la deriva…; entonces, hay un discurso a la deriva; y creo que ese es el encanto: lo salvaje. Creo que si hubiera un centro articulador como en los setentas, ese discurso que ya ha sido hecho escombros, sería otra vez mediatizado o vuelto una aventura populista, como Hora Zero, o llevado al experimentalismo visual como el Grupo Cada en Chile. Ahora todo está junto, todo es una Babel que canta; entonces, el que escucha, la crítica, no entiende.
Si bien el reconocimiento de que gozas como escritor se debe a tu obra poética, ¿consideras adecuado comprender sin más tu producción literaria en el género de la poesía?, ¿qué hay más allá de los versos de Maurizio Medo, y de la labor crítica que vas a realizar…?
Bueno, la labor crítica ya la realizo hace una década, lo que pasa es que ya encontré el marco idóneo para comenzar a difundirla. Ensayos hay muchos, prólogos hay… Yo no creo que importe lo que haya más allá de los versos de Maurizio Medo, yo creo que bastan esos versos. Lo otro ya está excluido, ya está fuera de eso que debe importar; o sea, mi vida privada…; yo la manejo como un esquizofrénico: tengo horas con la escritura en las cuales soy absolutamente monógamo (el matrimonio es con la escritura), y horas en que la otra es la escritura. Entonces ahí hay una especie de rasgo esquizoide. Lo que hace Maurizio Medo no importa, lo que está más allá de los versos tampoco.
¿Qué opinas de la reclusión de algunos autores? Entre los casos más conocidos tenemos los de Thomas Pynchon, Salinger, y en algún momento,los de Cormac McCarthy y Don DeLillo, para mencionar nada más a autores estadounidenses que prefieren no lucir nada más que su obra. ¿Cómo manejas tú eso?
Un poco así…, un poco así. Yo creo que la vida cultural, el mundo cultural se ha farandulizado tanto que, al final, esa reclusión -que tiene antecedentes también en nuestro país en autores como Martín Adán (¡por algo un señor se va meter a un manicomio, por algo; no lo va a hacer por las puras…!) o Westphalen, quien, como ya sabemos, si le tomaban una fotografía agarraba el bastón -… esa reclusión, decía, que es tiempo, que es espacio que le estas dedicando a tu obra, que está para que no la invadan o no te invadan, está en peligro. Tenemos un poco la figura de los dioscuros: autor-persona los dos que están juntos. Me parece pues, que la tendencia es la de ese enorme Big Brother de que hablábamos antes, de ese reality… donde lo ideal sería escribir en tu Facebook: “Hoy no escribí”. Aquello que es privado es también del dominio público. Entonces, esa reclusión de los autores, la entiendo más que nunca.
¿Y qué opinas del papel de los blogs en ese contexto…?
Los blogs no son necesarios…, son interesantes. Y también depende quien escriba el blog. A mí me pueden interesar blogs de divulgación literaria…
Como Auto de Fe…
Es el Cherry… (Risas)… Depende del uso, es como la lengua: puede ser lo mejor o lo peor de todas las cosas. Entonces eso es el Blog, el nuevo canal de expresión, que no es necesario.
Hay quienes dicen que autores como Mario Levrero, capitalizaron este aspecto de “reality”. Él, por ejemplo, en su Novela Luminosa incorpora un prólogo que es una narración de cómo llegó a escribir una novela gracias a la Beca Guggenheim, llamada De los Genios, que tiene una extensión de más de 400 páginas, siendo el resto de la novela, la supuesta novela en sí, de unas 150 páginas. ¿Qué te parece?
Me parece que eso no es literatura. Es como que yo pretenda escribir una novela basándome en los enlaces del Wikipedia, y de allí lo convierto en un “Best-Seller”. No es literatura, y aunque ahora estemos hablando de escritura, eso tampoco llega a ser una obra; es un ejercicio. Yo no publicitaría, entonces, la calistenia.
¿Cómo afecta esta época de modernidad – digitalización, realities, el Big Brother – a tu literatura?
Me hace viajar (Risas). O sea, no lo digo alegóricamente; me parece que la digitalización es un buen medio para conseguir becas, viajes, goyerías, contactos… nada más. Por ejemplo, el último libro que escribo en Lima – Un mundo para Sofía (2002) –, lo escribo en pleno boom de las cabinas de Internet. Como ya no tenía máquina de escribir, y aunque ahora lo recuerdo de manera alucinante, puedo decir que ese libro lo escribí de cabina en cabina, permitiendo que el ruido invada esta obra que escribí. Pero nada más…, nada más.
A propósito de esto ¿cómo escribes ahora?, ¿tienes alguna mecánica especial…? ¿Cómo escribes Maurizio?
Sentado, y con los dedos. (Risas).
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